¿Qué pasa cuando alguien pasa por un trauma?

Según Michael White (autor del libro Mapas de la Práctica Narrativa):

  • Se pierde la conexión con la identidad que se tenía. El territorio de dicha identidad sufre una reducción de tamaño, y se pierde el sentido de sí mismo.
  • Las cosas a las que se le daba valor se empequeñecen, porque el trauma es corrosivo para aquello que la persona valora y para sus propósitos de vida.
  • La persona siempre da una respuesta al trauma para prevenirlo, modificarlo, o modificar sus efectos. Esta respuesta se hace para protegerse y preservar aquello a lo que se le da valor, y tiene que ver con el esfuerzo de no desmoronarse y preservar lo que es importante. Esta respuesta está configurada por ciertos conocimientos de la vida y por habilidades que se necesitan para vivirlas.
  • Generalmente los pasos que la persona da como respuesta al trauma, no son tomadas en cuenta y son ridiculizadas. El resultado es un sentimiento de desolación y una fuerte culpabilidad.

En la terapia narrativa se busca que estas respuestas sean reconocidas y se les de mérito. Es por eso que, al escuchar sobre el trauma, se debe estar atento a detectar lo que la persona valora, para así restaurar su sentido de identidad, o de “sí misma”.  Se debe tomar en cuenta que usualmente las personas mantienen en secreto aquello que valoran, para mantenerlo a salvo. Sin embargo, si tienen la oportunidad de contar su historia, usando la voz de la defensa de sus propios valores, ante testigos externos, o personas sensibles a la situación que sean movidas por el relato (que no retraumaticen al presionar a la persona a revelar situaciones que no desea, ni mucho menos la revictimicen al minimizar sus ideas) el territorio de su identidad puede ampliarse de nuevo, ya que su relato causará consecuencias positivas en las vidas de esas otras personas.

Esto es importante porque quien ha pasado por un trauma tiene la sensación de que su vida es irrelevante y no cree en la posibilidad de hacer algo que pueda influenciar a su mundo alrededor. Esto crea una sensación de parálisis, en la que sienten que su vida se ha congelado. Es por eso que es importante tener la vivencia de un mundo que de alguna manera responde a su existencia.

Cuando el año pasado tuve que ceder la custodia de mis hijos a su papá, no sabía que la situación se iba a convertir en un trauma para mí. Pensé que, al hacerlo, la consecuencia natural sería que la situación de la pensión alimenticia se iba a solucionar en algunos meses, y que él me los devolvería. Jamás se me ocurrió que el papá iba a realmente a querer la custodia de manera permanente, ni mucho menos que pondría trabas para que yo los viera.  

Mi reacción al trauma fue exactamente como lo describe Michael White. Para no desmoronarme traté de salvaguardar lo que era importante para mí, inscribiéndome en cursos de Escritura Terapéutica y en el Diplomado de Terapia Narrativa, así como escribiendo el libro que publiqué hace un mes. Muchas personas me han apoyado, pero otras han ridiculizado mis ideas, y eso ha hecho que haya sentido que el territorio de mi identidad, ya reducido por el hecho de no tener a mis hijos viviendo conmigo, se redujera aún más.

Sin embargo, aquí estoy relatando mi historia de nuevo, para recuperar ese sentido de “mí misma”, en el que mis valores principales son mis hijos, mi escritura y mi independencia. Mis valores le dan sentido a mi vida y me motivan para salir adelante, sin importar lo que opinen los demás.

El trauma de no poder vivir con mis hijos ha sido tan fuerte porque, como dice Michael White, “es una violación a mis propósitos de vida”. Al escribir el libro Maletas de Colores y así poder expresarme sobre mis hijos y sobre la importancia de la escritura en mi vida, restauré el propósito de vida de ser mamá y escritora, y comencé a sentar las bases de mi identidad como terapeuta. Sin embargo, transitar hacia esta nueva identidad de mamá no presente ha sido muy doloroso: “el dolor es una muestra de lo valorado”, como recién estudié en el diplomado.

Saber que mi historia ha sido importante para alguien restaura mi sentido de mí misma, como siempre lo ha hecho. Es por ello que espero poder ayudar a otros a hacer lo mismo por medio de la terapia narrativa, y así sus historias puedan ser piedras lanzadas en lagos, que causen ondas en los corazones de los demás.

Escríbele a tus hijos la carta que siempre soñaste recibir

Escríbele a tu hija o hijo esa carta que siempre soñaste con recibir de tus padres y nunca llegó, o, si por el contrario, sí la recibiste ¡Aún mejor! Ya sabes qué escribir. A lo mejor todavía la guardas en algún sitio y la lees de vez en cuando.

Estaba revisando mis papeles, cuando encontré varias tarjetas y cartas sencillas que me dieron mis hijos hace varios años, en que decían que me amaban y que era muy buena mamá, incluso la mejor mamá del mundo. Esas palabras, a veces casi garabatos, son para mí un gran tesoro. Sin embargo, de repente me di cuenta de que nunca les contesté por escrito, y me sorprendí ¿Cómo era posible? Eso había que remediarlo. Así que le escribí una carta a R en su cumpleaños número dieciséis (que fue hace unas semanas), y ayer otra a S, quien tiene diez años.

Si no tienes idea de qué escribirles, ponte en sus zapatos. Imagina que tienes 5, 10, 15 o 20 años, la edad de tu hijo (adapta el lenguaje a su edad, por supuesto). Imagina que llevas todo este año viviendo en un mundo al que no te prepararon, un mundo de pandemia, con cuarentena, a veces incluso con toques de queda; que has dejado de ver a tus amigos y familiares, o que hace meses que no vas al colegio. Las festividades de fin de año no serán como siempre han sido ¿Qué quisieras que te dijeran?

Puedes decirle que estás orgulloso de ella o él por haber enfrentado tantas dificultades, y decirle por qué piensas que es una buena persona. Lo que no debes hacer es hablar sobre sus errores o debilidades, ni sobre las cosas en las que no están de acuerdo, ni mucho menos traer a colación desavenencias pasadas. El objetivo de esta carta es que tu hijo se sienta amado y aceptado, que sepa que es importante para ti, nada más.

La epidemia de COVID ha subido un poco ese porcentaje de probabilidad de que la vida de uno termine más rápido. ¿Y si te contagias y hasta ahí llegaste? Yo sí lo he pensado, y no me da miedo hacerlo, porque en realidad, siempre he estado consciente de que el cuerpo que estoy usando es prestado, y que Dios puede pedírmelo de vuelta en cualquier momento. Que no te dé miedo pensarlo a ti tampoco, más bien, aprovecha la oportunidad para decirles por escrito a tus hijos que los amas.

Escribe lo que vayas a escribir a mano, y si tus hijos no viven contigo, tómale una foto y mándaselas. O si prefieres hacer o comprar una tarjeta, también sirve, o si quieres usar el correo tradicional, también. Pero que no sea un mensaje de Whatsapp más, o un email más. Hazlo a mano para darle la importancia que merece.

La resiliencia en tiempos difíciles depende mucho de la gente que nos rodea, que nos apoya, pero con el distanciamiento social, se hace difícil acompañar como uno quisiera. Una carta escrita desde el corazón puede ser tan sanadora como un abrazo apretado. No te lamentes de lo que no puedes hacer y aprovecha los recursos que tienes para lo que sí puedes hacer. Imagina a tu hija o hijo leyendo la carta, mientras sonríe… ¡A que acabas de sonreír tu también! Ya sabes qué hacer: toma un bolígrafo y ponte a escribir.