Archivo de la etiqueta: Humor
Como en la mesa del Sombrerero Loco
El de 8: «¡Aaah! Se me borraron todas las construcciones de Minecraft! ¡Por qué hacen juegos tan estúpidos! ¡Por qué la gente es tan estúpida! Me quiero ir a vivir solo a otro planeta y que me dejen hacer mis cosas!»
Yo: «Ya hay gente que va a viajar a Marte, a lo mejor podrías ir cuando seas grande».
La de 13: «Sí, pero no vas a poder regresar a la Tierra …»
El de 8: «¡Mejor! ¡Perfecto!»
La de 13: Pero tú sabes que en Marte no hay internet … »
Y yo pensando: «Feliz, feliz no-cumpleaños…»
La totora
Cuando era niña, mis papás siempre me decían que no podía estar en frente de un espejo porque empezaba a hacer morisquetas. Qué se yo por qué lo hacía. Simplemente porque sí, como casi todo lo que uno hace cuando es chiquito. Eso de decir que era porque era «interesante o divertido» son etiquetas que uno aprende más grande… y que arruinan un poco la espontaneidad, pero continuemos.
He estado en casa sin salir mucho pues mi hijo de tres años está un poco enfermito. Ayer, mientras yo leía Calvin and Hobbes, él empezó a imitar algunas de sus caras y me pareció lo máximo. Como ven, no soy nada objetiva con mi hijo. Todo lo que hace me parece lo máximo. A menos que esté en un ataque lloradera o de pataleta, o portándose mal.
Ayer me descubrió infraganti mientras llamaba por teléfono para pedir una cita con el doctor. Tenía en mis manos el folleto del seguro médico, en el cual hay una hermosísima foto de un niño sonriente en una cama, que está viendo cómo el doctor le pone una inyección que mide como medio metro. Cuando la vió, empezó a gritar, aterrorizado » ¡Totora noooo, totora noooo! ¡La totora me a mieeedo!» Y yo pensando, pero a quien se le ocurre poner semejante foto taaaaan real en la portada de un brochure. Rápidamente taché la inyección con el bolígrafo que tenía en la mano y traté estúpidamente de convencerlo de que había desaparecido.
No conseguí cita para ese día, así que le dije que «la doctora estaba cerrada». Maravilla, se le olvidó el asunto, o así creía yo.
En la noche, mientras rezábamos, le pido que diga algo por lo que quiera dar gracias y dice: «porque la totora está cerrada».
Fin
Por Michelle Lorena Hardy – Chicadelpanda.com
Que no me pongo el pañal y el calzoncillo tampoco
Es algo dicho hasta el cansancio que no se debe quitar los pañales en momentos de grandes cambios, como la llegada de un hermanito, o cuando la familia se muda de casa. Procesado, bien, nadie más de acuerdo de yo. Ahora, ¿puede alguien por favor explicárselo a mi hijo?
Mi casa está un despelote porque hemos vendido casi todo para mudarnos de Chile a Panamá en unas cuantas semanas. Simultáneamente, una corredora de bienes raíces está enseñando la casa con bastante frecuencia. Éste es exactamente el tipo de momentos en que no se debe comenzar ningún entrenamiento para ir al baño. Pero ayer mi hijo decidió que «no, no, no, no» quería ponerse pañal. Suspiré, y le busqué un calzoncillo de pelotas de fútbol que le había regalado mi mamá. Le insistí en que hiciera pipí en la poceta pero no quiso, así que me puse a escribir el blog con un ojo en la pantalla y otro vigilándolo a él.
Sin embargo, mi vigilancia no fue suficiente, y justo después de que la corredora me llama a recordarme que en un rato viene para la casa, el chamín se hace encima. No problem, tengo tiempo de limpiar todo. Ahhh… pero el detalle está en que él quería volver a ponerse el mismo calzoncillo mojado de pelotas de fútbol, el cual era, obviamente, mucho más chévere que el blanco que yo le quería poner. «Bueno, entonces te pones el pañal…» ¡Riiiinnnggg …! Voy a contestar el intercomunicador, es el conserje que me dice que va subiendo la corredora con el cliente.
– Ok ¡O el calzoncillo blanco, o el pañal!
– ¡No!
Tengo dos opciones, obligarlo, pero eso quiere decir batalla campal de gritos, alaridos, corredera por toda la casa, y apenas está subiendo por el ascensor la señora con el cliente… o lo dejo desnudo de la cintura para abajo… y de repente tengo una visión de mi mamá tapándose la boca con las manos … y me repito, pero qué me debería importar lo que piensa esta gente que ni me conoce, pero la cara de mi mamá con la mano tapándose la boca del horror es demasiado fuerte, así que se me ocurre…
– ¡Ven! – y le pongo una camisa que le queda larga, aunque no demasiado; justo para que no se vea que no tiene ni pañal ni calzoncillos.
¡Riiing!
Esta vez sí es el timbre de la casa, y S sale volado a abrir la puerta. Usualmente tengo una cadenita puesta para que aunque él logre abrirla un poquito, no la pueda abrir del todo. Pero ¿qué creen?, la cadenita no estaba puesta, y veo que S se cuelga del picaporte (el cual le queda como diez centímetros más arriba de su cabeza) y por supuesto se le sube la camisa, mostrando toda la realidad de su falta de indumentaria… y yo llego tres micras de segundo después para tomar el picaporte y retirar su manito, pero ésta, aparentemente, se había quedado adherida con pega. Mientras estoy en el forcejeo de soltar al chamo de la puerta y esconderlo al mismo tiempo, saludo al hombre que viene a ver el apartamento desde atrás de la puerta. ¿Será que cargo a S? Pero no, se le va a ver el trasero.
Gracias a Dios, S sale disparado hacia adentro de la casa, y yo me quedo sonriéndole tontamente al hombre, quien, por alguna razón, no está con la corredora. Ufff… respiro hondamente, y luego de echarle una ojeada al blog ¿Qué era que estaba escribiendo?, decido volver a intentar ponerle el pañal a S, quien, gracias a una intervención divina, había cambiado de opinión al respecto, y me dejó ponérselo sin guerra.
Esta foto se la tomé ayer mientras esperábamos a una persona en el colegio de mi hija mayor. Casi no se la tomo, por aquello de, por Dios Michelle, concéntrate, no puedes estar todo el día tomándole fotos, pero no pude resistirlo, se veía demasiado cómico, como si pensara «menos mal que en este colegio de niñitas hay algo interesante para leer «.
Por: Michelle Lorena Hardy – Chicadelpanda.com
Bebé bilingüe aprendiendo a hablar
Cuando todavía yo no era mamá, me sorprendía que las mamás de los bebés entendieran lo que ellos decían. Me imagino que eso le pasa a mucha gente cuando me ven hablando con mi hijo que tiene dos años. Aunque en mi caso, como les hablo a mis hijos en inglés, me imagino que el signo de exclamación debe ser aun más grande.
Lo que sucede es que no solo los bebés dicen palabras de manera tierna, como por ejemplo, en vez de foto, poto (que es más cómico todavía porque aquí en Chile quiere decir trasero) , en vez de pizza, es pita, en vez de pasta es pata; sino que también inventan palabras. Por ejemplo, para mi hijo pájaro es cocós y no hay manera de convencerlo de lo contrario.
Entonces le salen frases tipo: » ¡Pita, pita, pata no, pata no!»
Ayer en la cena mi esposo dice :
– Pasado mañana es my bird day!
Yo sonrío, y le pregunto,
– ¿Sabes qué fue lo que dijiste?
– No, ¿Qué? ¿Qué pasó?
Y de repente mi hijo dice triunfante:
– ¡Cocós!
– ¡Sí! Eso era – le digo, mientras le planto un besote en el cachete.- Este niño dentro de poco me va a corregir a mí también.
@chicadelpanda
chicadelpanda.com