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Soy Asperger
Cuando era niña, de repente me daba «la cosa». Creo que la única que sabía de la existencia de «la cosa» era mi hermana Mariana, pues con nadie más me atrevía a expresarlo o actuarlo. «La cosa» era una descarga de energia que me hacía poner morisquetas (muecas o gestos extraños), hinchando la nariz, pelar los ojos como huevos fritos y poner una risa extremadamente forzada, pero lo que más recuerdo de «la cosa» era que hacía que cerrara los puños fuertemente y quisiera golpear a alguien, pero, para no hacerlo, empezaba a batir los brazos rápidamente, como si fuera a aplaudir con los puños cerrados (pero sin llegar a golpearme). Al mismo tiempo, empezaba a decir entre dientes, «me está dando la cooooooosaaaaa!!!!» y ella sabía que mejor se mantenía a distancia. Ella me miraba divertida, y ya.
No recuerdo que la «cosa» me diera por nada en específico, pero viendo una foto de cuando tenía unos nueve años y Mariana ocho, en la que estábamos muy arregladitas, sospecho de qué podía tratarse (esa foto es engañosa, pues jamás nos veíamos así; empezando porque yo nunca combinaba los colores de mi ropa, y cuando salía a jugar al jardín de nuestro edificio, me veía más como parte de los amigos del Chavo del 8). Por ejemplo, estoy con un suéter, mientras Mariana estaba con una franela, es decir, probablemente estaba pasando calor; ni qué decir de las medias blancas pulcras y estiradas, o el adorno del pelo, o el mechón del mismo pelo, el cual me estaba cayendo frente a la cara, y que nada más de verlos, ya me quiero rascar (tanto la cara como las piernas). Estoy segura de que estaba a pocos segundos de que me diera «la cosa», pero que yo me estaba portando muy bien, haciendo un gran esfuerzo, para que nos pudieran tomar las fotos. A simple vista todo se ve normal en la foto, pero mi risa forzada, mi torso encorvado y las manos en una posición totalmente antinatural, revelan que no lo estaba.
Ahora sé que «la cosa» era ansiedad, muy probablemente debido a sobreestimulación sensorial, táctil, auditiva, o de cualquier otro tipo, y que los movimientos de ·la cosa» eran estereotipias (o stimming en inglés), muy comunes en personas dentro del espectro autista. Claro que yo sabía que «la cosa» no era normal, por lo que la escondía, o la controlaba en público, (creo que ni siquiera mis papás sabían de su existencia).
Ya de adulta, debido a la Terapia Narrativa, he aprendido más vocabulario para nombrar lo que hacía: estaba externalizando el problema. Yo sabía que era algo que llegaba y luego se iba, algo externo a mí, y le puse nombre. Ahora también sé que, al negarle a «la cosa» que se exprese, en vez de irse, se queda dentro de mí, y genera más ansiedad. Por eso es que para mí es esencial hacer ejercicio a diario, así como no estar sin moverme mucho tiempo, pues así le doy salida. También hago mucho esfuerzo en evitar la sobreestimulación sensorial de todo tipo, pues así, «la cosa» no llega.
Hace poco, por fin me diagnosticaron como Asperger (es decir, dentro del espectro autismo, o autismo de alto funcionamiento, o tipo 1). Digo «por fin», porque ya lo sabía desde hace tiempo. Se siente como un alivio, como si ahora tuviera permiso de ser yo.