Mis reglas con la comida cuando era niña

Las reglas de la vida de Olivia

Una de esas cosas que he amado de ser mamá ha sido tener la oportunidad de leerle a mis hijos cuentos cuando eran pequeños, en la cama, antes de acostarse.

Uno de mis libros preferidos de aquella época, cuando le leía a mi hija mayor, eran los libros de Olivia la cerdita. Eran tan básicos, pero tan atinados!

Todavía Olivia me habla de vez en cuando diciendo: «Rule of life # X» (regla de la vida # X). Eso me pasa cuando aprendo algo nuevo, usualmente, en cuestiones que tienen que ver con reglas sociales, o con cuestiones que otra gente no tiene que anotar, porque «son de sentido común».

Ser Asperger es un poco como ser Olivia. Se la pasa uno haciendo notas mentales o reales, de cosas que uno va aprendiendo por la vida, pero que otra gente no tiene que anotar porque «son de sentido común». Recientemente me he dado cuenta que lo mismo pasa con las personas que tienen TDAH : me paso haciendo notas mentales, o anotando «reglas de vida» que para otras personas son obvias.

Digamos un ejemplo: mis lentes. Soy miope, y sin ellos no puedo manejar, así que tengo como una de mis reglas principales, que debo ponerlos solo en dos sitios: mi cartera, o mi escritorio. Cualquier otro sitio, no lo proceso, no se graba en mi cerebro.

Pues he estado cumpliendo fielmente al pie de la letra dicha regla por los últimos cinco años. Pero llevo dos días sin encontrarlos, y he estado funcionando porque tengo unos viejos, pero que no sirven para manejar de noche.

Tengo tantas «reglas de la vida» que pudiera tener un libro, pero más me interesa conocer las tuyas, porque de verdad, las necesito.

Gracias por leerme!

Mini catrinas y videojuegos

Un calorón aquí en Querétaro y el aire acondicionado de mi carro de repente deja de funcionar. Voy al mecánico y me dicen que es un problema del termostato. El aire acondicionado se había apagado porque se estaba recalentando el carro. Uuff, menos mal que lo llevé.

Al día siguiente tenía que hacer una diligencia en el centro histórico y me llevé a S conmigo (mi hijo menor). Nos subimos a un autobús, caminamos, tomamos fotos (ya están empezando a decorar para el Día de los Muertos), pedimos un deseo en una fuente y llegamos a una feria artesanal de muñequitas Lele (típicas del Pueblo Mágico de Amealco, en Querétaro). Las que estaban maquilladas y vestidas de Catrinas estaban geniales.

Como cada quien ve el mundo según los lentes que tenga puestos, S agarra la más chiquitica de las muñecas (como de unos tres centímetros de alto) y me dice “ves esta muñequita? Así es nuestro planeta. Ves esa grandota?” y señala una muñeca de unos 50 cms de alto. “Así es nuestra galaxia”.

La diligencia era entregar un videojuego, el cual mis hijos están vendiendo para comprarse otros videojuegos. Esta mamá consentidora les alcahueta el vicio, jaja, pero por lo menos lo pagan ellos, y así tengo la excusa de tener un sábado un diferente. A ver a donde nos lleva la entrega del próximo videojuego.

Aquí tienes tu casa

Querétaro, 2019

“Necesito que me ayuden a tomarme una foto para el libro,” les digo a mis hijos. Nos fuimos al “bosque” del condominio (así le dicen los vecinitos al jardín con árboles que hay al fondo del estacionamiento) pues quería aprovechar la luz natural. Intentamos en varios sitios y finalmente salió una buena foto.

Ya han pasado dos años desde que me separé, tres años desde que llegamos a Querétaro, y un año desde que nos mudamos al condominio Orquídea (anillo al dedo el nombre, no? La Orquídea es la flor nacional de Venezuela). Ya ha pasado un año desde que adoptamos a la gatita Safi y un par de meses desde que obtuve la ciudadanía mexicana.

Ya me falta poco para publicar mi segundo libro, OTRA MALETA, Empezando de Nuevo, en el que los temas centrales son nuestro regreso temporal a Caracas, después de haber vivido doce años en el exterior, y mi separación en Querétaro, después de quince años de matrimonio.

Debido a eso, he estado actualizando mi información en las redes sociales, así como la imagen de mi blog. La que ven ahora es un cuadro que compré en la glorieta de Chapalita en Guadalajara, cuando viví allí hace más de diez años. El artista estaba vendiendo sus obras, y quedé fascinada con Manos en Acción.

Manos en Acción de Adrián Rosas Torres

En casa tengo otra obra de él, Habitantes de la Gran Ciudad. Ambos cuadros representan mi hogar, porque me considero oficialmente en casa en el sitio en donde los pueda colgar. Me he mudado ya varias veces solo con maletas, pero siempre he transportado de una manera u otra, mis dos cuadros.

Habitantes de la Gran Ciudad de Adrián Rosas Torres

He mantenido conmigo estas obras de arte también por otra razón. En las fotos que tengo de cuando vivíamos en Guadalajara, por ejemplo, R estaba muy pequeña y S ni había nacido; en Chile y Panamá, S estaba bebé. Es decir, a menos que vieran algo familiar, no sabrían identificar su casa en una foto de aquellos años. La idea es que cada vez que vean esos cuadros en una foto, sepan que ésa fue alguna vez su casa.

Poner Manos en Acción a recibirte cada vez que abras este blog, es para darte la bienvenida a tu casa, como dicen los mexicanos. Esta es tu casa y estás bienvenido! Espero verte mucho por aquí, y que me des tus opiniones y comentarios, para así enriquecernos mutuamente en palabras.

Bienvenido!

The invisible job

My job as a mom of a nine-year-old boy and a fourteen-year-old teenager in a small city if Mexico, involves the following, daily:

– 1 1/2 hrs after waking up, preparing breakfast and a snack for school.

– 20 minutes in each meal washing dishes, pots, etc, equal to 1 hr.

– 1/2 hr doing laundry (washing, hanging to dry, folding and putting away clothes and other items).

– 1 1/2 hrs driving my kids to and from school.

– 1 hr of miscellaneous activities, such as taking the kids to the doctor, dentist, orthodontist, barber, parties, invitations, school activities, buying groceries, supplies for school, etc.

– 1/2 hr preparing lunch, and another half hour preparing dinner, equal to 1 hr.

– 1/2 hr «taking them to bed» (making them take a shower, brush their teeth, turn off electronics, etc).

Total of hours of daily invisible work: 7 hrs

As you can see, I still haven’t added anything related to cleaning up the house, or the car, but it usually takes me 3 hrs cleaning up our apartment, and an hour to wash my car, weekly.

Weekly hours of invisible job: 39 hrs.

Well, I just wanted to put this in the open. Being a stay-at-home mom is a job, an unpaid and invisible one, but a job, nonetheless (most of all when you don’t have absolutely any help, paid or unpaid).

Oh! I almost forget. I also work on weekends, taking care of the kids and making meals, except, sometimes, when I have two whole free weekend-days every two weeks. Which makes another 4 1/2 hours on each Saturday and Sunday, but since I have a weekend off every two weeks, the total amount of weekly invisible job as a mom is actually 43 1/2 hrs.

Why the need to clarify this issue all of a sudden? Because yesterday, the insurance agent told me that since I did not have any income, they might turn down my request to get insured (even if I intend to pay a whole year at once; she says I might need somebody else, who has an income, to explain where that money came from, and I explained my situation, that the alimony is still not oficial because the court is taking longer than expected, that I can’t «work» because of my immigrant status doesn’t allow me to, etc) and she said that it didn’t matter, and that insurance companies could be that strict. That it was not her fault.

«How do all stay-at-home moms who are divorced get insured, then?» I asked. «Oh», she said, like if I was asking an obvious question. «They don’t get insured. It’s too expensive» (she is divorced, and is not insured, for example; she’s a working – grandmother, that has been working in the field for forty years).

Interesting.

Safi la gatita

Antes de mudarnos de apartamento, les dije a mis hijos que íbamos a adoptar una gatita. Quería que vieran el cambio como algo bueno, y hasta yo misma quería tener algo con qué ilusionarme. He leído muchos blogs de personas que se han divorciado, y en uno de ellos la autora hablaba de cómo le había ayudado su perro. Nosotros ya habíamos tenido a una gata por nueve años, así que optamos por buscar una gatita.

Me metí en un grupo de adopción de perros y gatos en Facebook, y poco después conseguí la gatita que buscábamos. El muchacho que la estaba poniendo en adopción tenía en su imagen de fondo a un personaje de unas caricaturas que R adora, así que pensé, ‘¡Es una señal!’.

Los tres nos hemos encariñado con ella. Le pusimos de nombre Sapphire (Zafiro), que es el personaje de Steven Universe que tenía el muchacho que la dio en adopción, en su muro de Facebook. Le escribí para contarle cómo la habíamos llamado, y resulta que la mamá gata se llamaba igual (ellos la habían rescatado, embarazada, de la calle).

Sapphire se convirtió en Safi rapidito, porque era muy largo de pronunciar, y ya ha contribuido mucho en nuestras vidas en las pocas semanas que ha estado aquí. Ha cambiado la rutina de S, pues a cada rato juega con ella, la carga y la acaricia. Para mí ha sido fuente de distracción y hasta de calma. Qué lindo es tener una mascota otra vez.

En el Acuario de Ciudad de México

La semana pasada fuimos a Ciudad de México por un par de días para hacer unas diligencias consulares, así que aprovechamos a ir a conocer el Acuario Inbursa y el Laboratorio Acuático Blau. Tomamos un autobús de lujo en la terminal de Querétaro y llegamos a la de México Norte en CDMX.

La terminal de Querétaro casi parece un aeropuerto y los autobuses de ETN Turistar casi parecen aviones (hasta con pantallas interactivas con películas, música y videojuegos; aunque yo solo oí música porque me mareo muy fácilmente).

S, mi hijo de ocho años ha sido fanático de los tiburones desde los tres años y ésta iba a ser la primera vez que iba a verlos en la vida real. No sé quien estaba más emocionada, si él o yo.

Él asumió su papel de guía inmediatamente, y me señaló los tiburones de punta negra. Luego seguimos encontrándonos con gran variedad de animales marinos, desde tortugas, pasando por serpientes, langostas y demás. Hasta R, mi hija de trece años, estaba de lo más entretenida.

Sin embargo, lo que más nos gustó a los tres fue la exhibición de los pingüinos (a S también le gustan mucho, aunque no tanto como los tiburones). Parecían sacados de la película Happy Feet, todos caminando en grupo como si fueran personitas.

Cuando íbamos a salir, cayó un diluvio y tuvimos que esperar como una hora en la tiendita de souvenirs. Cuando por fin amainó, fuimos al Laboratorio Acuático Blau, el cual tenía más especies marinas vivas, así como un enfoque más educativo.

En un infográfico hacían mención de la contaminación por plástico en el mar, aunque se les olvidó decir que todo lo que botamos a la basura, que creemos que va 100% al vertedero, puede llegar muy fácilmente al océano. En otras palabras, se les olvidó aclarar que esa basura no solo viene de gente que lanza basura al mar, ni de gente inconsciente que deja basura en la playa, sino que también viene de nuestras casas (y que por eso hay reducir el consumo de plástico, en general, en todos los ámbitos de nuestra vida, especialmente los desechables).

La pasamos muy bien y los recomiendo. ¡Cinco estrellas Trip Advisor!

Como en la mesa del Sombrerero Loco

El de 8: «¡Aaah! Se me borraron todas las construcciones de Minecraft! ¡Por qué hacen juegos tan estúpidos! ¡Por qué la gente es tan estúpida! Me quiero ir a vivir solo a otro planeta y que me dejen hacer mis cosas!»

Yo: «Ya hay gente que va a viajar a Marte, a lo mejor podrías ir cuando seas grande».

La de 13: «Sí, pero no vas a poder regresar a la Tierra …»

El de 8: «¡Mejor! ¡Perfecto!»

La de 13: Pero tú sabes que en Marte no hay internet … »

Y yo pensando: «Feliz, feliz no-cumpleaños…»

Día de las Madres

Mi hijo de ocho años me dio una carta de Feliz Día de las Madres ayer (en México es el 10 de Mayo) que dice:

Te quiero porque:

Eres la mejor.

Me ayudas con cosas.

Me cuidas.

Eres la mejor mamá.

Me enseñas cosas.

También me regaló una taza en la que imprimieron un dibujo suyo, y mi hija mayor, quien ya está en secundaria, me regaló un llavero hecho por ella. En el colegio no hubo celebración, pues hacen una sola en junio, familiar.

Así que ayer no hice nada más que estar en pijama todo el día, viendo Netflix (y preparando comida, etc, el «no hacer nada de las mamás» nunca es literal). Me relajé y compartí con mis hijos.

Hoy, todavía estoy con la sonrisa que apareció en mi cara ayer, después de leer que soy la mejor mamá. ¡Sí soy la mejor mamá! (En que parte del curriculum se pone eso?)

¡Que tengas un lindo día!

La totora

Cuando era niña, mis papás siempre me decían que no podía estar en frente de un espejo porque empezaba a hacer morisquetas. Qué se yo por qué lo hacía. Simplemente porque sí, como casi todo lo que uno hace cuando es chiquito. Eso de decir que era porque era «interesante o divertido» son etiquetas que uno aprende más grande… y que arruinan un poco la espontaneidad, pero continuemos.

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He estado en casa sin salir mucho pues mi hijo de tres años está un poco enfermito. Ayer, mientras yo leía Calvin and Hobbes, él empezó a imitar algunas de sus caras y me pareció lo máximo. Como ven, no soy nada objetiva con mi hijo. Todo lo que hace me parece lo máximo. A menos que esté en un ataque lloradera o de pataleta, o portándose mal.

Ayer me descubrió infraganti mientras llamaba por teléfono para pedir una cita con el doctor. Tenía en mis manos el folleto del seguro médico, en el cual hay una hermosísima foto de un niño sonriente en una cama, que está viendo cómo el doctor le pone una inyección que mide como medio metro. Cuando la vió, empezó a gritar, aterrorizado » ¡Totora noooo, totora noooo! ¡La totora me a mieeedo!» Y yo pensando, pero a quien se le ocurre poner semejante foto taaaaan real en la portada de un brochure. Rápidamente taché la inyección con el bolígrafo que tenía en la mano y traté estúpidamente de convencerlo de que había desaparecido.

No conseguí cita para ese día, así que le dije que «la doctora estaba cerrada». Maravilla, se le olvidó el asunto, o así creía yo.

En la noche, mientras rezábamos, le pido que diga algo por lo que quiera dar gracias y dice: «porque la totora está cerrada».

Fin

Por Michelle Lorena Hardy  –   Chicadelpanda.com