Mis reglas con la comida cuando era niña

Las reglas de la vida de Olivia

Una de esas cosas que he amado de ser mamá ha sido tener la oportunidad de leerle a mis hijos cuentos cuando eran pequeños, en la cama, antes de acostarse.

Uno de mis libros preferidos de aquella época, cuando le leía a mi hija mayor, eran los libros de Olivia la cerdita. Eran tan básicos, pero tan atinados!

Todavía Olivia me habla de vez en cuando diciendo: «Rule of life # X» (regla de la vida # X). Eso me pasa cuando aprendo algo nuevo, usualmente, en cuestiones que tienen que ver con reglas sociales, o con cuestiones que otra gente no tiene que anotar, porque «son de sentido común».

Ser Asperger es un poco como ser Olivia. Se la pasa uno haciendo notas mentales o reales, de cosas que uno va aprendiendo por la vida, pero que otra gente no tiene que anotar porque «son de sentido común». Recientemente me he dado cuenta que lo mismo pasa con las personas que tienen TDAH : me paso haciendo notas mentales, o anotando «reglas de vida» que para otras personas son obvias.

Digamos un ejemplo: mis lentes. Soy miope, y sin ellos no puedo manejar, así que tengo como una de mis reglas principales, que debo ponerlos solo en dos sitios: mi cartera, o mi escritorio. Cualquier otro sitio, no lo proceso, no se graba en mi cerebro.

Pues he estado cumpliendo fielmente al pie de la letra dicha regla por los últimos cinco años. Pero llevo dos días sin encontrarlos, y he estado funcionando porque tengo unos viejos, pero que no sirven para manejar de noche.

Tengo tantas «reglas de la vida» que pudiera tener un libro, pero más me interesa conocer las tuyas, porque de verdad, las necesito.

Gracias por leerme!

Escríbele a tus hijos la carta que siempre soñaste recibir

Escríbele a tu hija o hijo esa carta que siempre soñaste con recibir de tus padres y nunca llegó, o, si por el contrario, sí la recibiste ¡Aún mejor! Ya sabes qué escribir. A lo mejor todavía la guardas en algún sitio y la lees de vez en cuando.

Estaba revisando mis papeles, cuando encontré varias tarjetas y cartas sencillas que me dieron mis hijos hace varios años, en que decían que me amaban y que era muy buena mamá, incluso la mejor mamá del mundo. Esas palabras, a veces casi garabatos, son para mí un gran tesoro. Sin embargo, de repente me di cuenta de que nunca les contesté por escrito, y me sorprendí ¿Cómo era posible? Eso había que remediarlo. Así que le escribí una carta a R en su cumpleaños número dieciséis (que fue hace unas semanas), y ayer otra a S, quien tiene diez años.

Si no tienes idea de qué escribirles, ponte en sus zapatos. Imagina que tienes 5, 10, 15 o 20 años, la edad de tu hijo (adapta el lenguaje a su edad, por supuesto). Imagina que llevas todo este año viviendo en un mundo al que no te prepararon, un mundo de pandemia, con cuarentena, a veces incluso con toques de queda; que has dejado de ver a tus amigos y familiares, o que hace meses que no vas al colegio. Las festividades de fin de año no serán como siempre han sido ¿Qué quisieras que te dijeran?

Puedes decirle que estás orgulloso de ella o él por haber enfrentado tantas dificultades, y decirle por qué piensas que es una buena persona. Lo que no debes hacer es hablar sobre sus errores o debilidades, ni sobre las cosas en las que no están de acuerdo, ni mucho menos traer a colación desavenencias pasadas. El objetivo de esta carta es que tu hijo se sienta amado y aceptado, que sepa que es importante para ti, nada más.

La epidemia de COVID ha subido un poco ese porcentaje de probabilidad de que la vida de uno termine más rápido. ¿Y si te contagias y hasta ahí llegaste? Yo sí lo he pensado, y no me da miedo hacerlo, porque en realidad, siempre he estado consciente de que el cuerpo que estoy usando es prestado, y que Dios puede pedírmelo de vuelta en cualquier momento. Que no te dé miedo pensarlo a ti tampoco, más bien, aprovecha la oportunidad para decirles por escrito a tus hijos que los amas.

Escribe lo que vayas a escribir a mano, y si tus hijos no viven contigo, tómale una foto y mándaselas. O si prefieres hacer o comprar una tarjeta, también sirve, o si quieres usar el correo tradicional, también. Pero que no sea un mensaje de Whatsapp más, o un email más. Hazlo a mano para darle la importancia que merece.

La resiliencia en tiempos difíciles depende mucho de la gente que nos rodea, que nos apoya, pero con el distanciamiento social, se hace difícil acompañar como uno quisiera. Una carta escrita desde el corazón puede ser tan sanadora como un abrazo apretado. No te lamentes de lo que no puedes hacer y aprovecha los recursos que tienes para lo que sí puedes hacer. Imagina a tu hija o hijo leyendo la carta, mientras sonríe… ¡A que acabas de sonreír tu también! Ya sabes qué hacer: toma un bolígrafo y ponte a escribir.

Aquí tienes tu casa

Querétaro, 2019

“Necesito que me ayuden a tomarme una foto para el libro,” les digo a mis hijos. Nos fuimos al “bosque” del condominio (así le dicen los vecinitos al jardín con árboles que hay al fondo del estacionamiento) pues quería aprovechar la luz natural. Intentamos en varios sitios y finalmente salió una buena foto.

Ya han pasado dos años desde que me separé, tres años desde que llegamos a Querétaro, y un año desde que nos mudamos al condominio Orquídea (anillo al dedo el nombre, no? La Orquídea es la flor nacional de Venezuela). Ya ha pasado un año desde que adoptamos a la gatita Safi y un par de meses desde que obtuve la ciudadanía mexicana.

Ya me falta poco para publicar mi segundo libro, OTRA MALETA, Empezando de Nuevo, en el que los temas centrales son nuestro regreso temporal a Caracas, después de haber vivido doce años en el exterior, y mi separación en Querétaro, después de quince años de matrimonio.

Debido a eso, he estado actualizando mi información en las redes sociales, así como la imagen de mi blog. La que ven ahora es un cuadro que compré en la glorieta de Chapalita en Guadalajara, cuando viví allí hace más de diez años. El artista estaba vendiendo sus obras, y quedé fascinada con Manos en Acción.

Manos en Acción de Adrián Rosas Torres

En casa tengo otra obra de él, Habitantes de la Gran Ciudad. Ambos cuadros representan mi hogar, porque me considero oficialmente en casa en el sitio en donde los pueda colgar. Me he mudado ya varias veces solo con maletas, pero siempre he transportado de una manera u otra, mis dos cuadros.

Habitantes de la Gran Ciudad de Adrián Rosas Torres

He mantenido conmigo estas obras de arte también por otra razón. En las fotos que tengo de cuando vivíamos en Guadalajara, por ejemplo, R estaba muy pequeña y S ni había nacido; en Chile y Panamá, S estaba bebé. Es decir, a menos que vieran algo familiar, no sabrían identificar su casa en una foto de aquellos años. La idea es que cada vez que vean esos cuadros en una foto, sepan que ésa fue alguna vez su casa.

Poner Manos en Acción a recibirte cada vez que abras este blog, es para darte la bienvenida a tu casa, como dicen los mexicanos. Esta es tu casa y estás bienvenido! Espero verte mucho por aquí, y que me des tus opiniones y comentarios, para así enriquecernos mutuamente en palabras.

Bienvenido!

The invisible job

My job as a mom of a nine-year-old boy and a fourteen-year-old teenager in a small city if Mexico, involves the following, daily:

– 1 1/2 hrs after waking up, preparing breakfast and a snack for school.

– 20 minutes in each meal washing dishes, pots, etc, equal to 1 hr.

– 1/2 hr doing laundry (washing, hanging to dry, folding and putting away clothes and other items).

– 1 1/2 hrs driving my kids to and from school.

– 1 hr of miscellaneous activities, such as taking the kids to the doctor, dentist, orthodontist, barber, parties, invitations, school activities, buying groceries, supplies for school, etc.

– 1/2 hr preparing lunch, and another half hour preparing dinner, equal to 1 hr.

– 1/2 hr «taking them to bed» (making them take a shower, brush their teeth, turn off electronics, etc).

Total of hours of daily invisible work: 7 hrs

As you can see, I still haven’t added anything related to cleaning up the house, or the car, but it usually takes me 3 hrs cleaning up our apartment, and an hour to wash my car, weekly.

Weekly hours of invisible job: 39 hrs.

Well, I just wanted to put this in the open. Being a stay-at-home mom is a job, an unpaid and invisible one, but a job, nonetheless (most of all when you don’t have absolutely any help, paid or unpaid).

Oh! I almost forget. I also work on weekends, taking care of the kids and making meals, except, sometimes, when I have two whole free weekend-days every two weeks. Which makes another 4 1/2 hours on each Saturday and Sunday, but since I have a weekend off every two weeks, the total amount of weekly invisible job as a mom is actually 43 1/2 hrs.

Why the need to clarify this issue all of a sudden? Because yesterday, the insurance agent told me that since I did not have any income, they might turn down my request to get insured (even if I intend to pay a whole year at once; she says I might need somebody else, who has an income, to explain where that money came from, and I explained my situation, that the alimony is still not oficial because the court is taking longer than expected, that I can’t «work» because of my immigrant status doesn’t allow me to, etc) and she said that it didn’t matter, and that insurance companies could be that strict. That it was not her fault.

«How do all stay-at-home moms who are divorced get insured, then?» I asked. «Oh», she said, like if I was asking an obvious question. «They don’t get insured. It’s too expensive» (she is divorced, and is not insured, for example; she’s a working – grandmother, that has been working in the field for forty years).

Interesting.

Safi la gatita

Antes de mudarnos de apartamento, les dije a mis hijos que íbamos a adoptar una gatita. Quería que vieran el cambio como algo bueno, y hasta yo misma quería tener algo con qué ilusionarme. He leído muchos blogs de personas que se han divorciado, y en uno de ellos la autora hablaba de cómo le había ayudado su perro. Nosotros ya habíamos tenido a una gata por nueve años, así que optamos por buscar una gatita.

Me metí en un grupo de adopción de perros y gatos en Facebook, y poco después conseguí la gatita que buscábamos. El muchacho que la estaba poniendo en adopción tenía en su imagen de fondo a un personaje de unas caricaturas que R adora, así que pensé, ‘¡Es una señal!’.

Los tres nos hemos encariñado con ella. Le pusimos de nombre Sapphire (Zafiro), que es el personaje de Steven Universe que tenía el muchacho que la dio en adopción, en su muro de Facebook. Le escribí para contarle cómo la habíamos llamado, y resulta que la mamá gata se llamaba igual (ellos la habían rescatado, embarazada, de la calle).

Sapphire se convirtió en Safi rapidito, porque era muy largo de pronunciar, y ya ha contribuido mucho en nuestras vidas en las pocas semanas que ha estado aquí. Ha cambiado la rutina de S, pues a cada rato juega con ella, la carga y la acaricia. Para mí ha sido fuente de distracción y hasta de calma. Qué lindo es tener una mascota otra vez.

Como en la mesa del Sombrerero Loco

El de 8: «¡Aaah! Se me borraron todas las construcciones de Minecraft! ¡Por qué hacen juegos tan estúpidos! ¡Por qué la gente es tan estúpida! Me quiero ir a vivir solo a otro planeta y que me dejen hacer mis cosas!»

Yo: «Ya hay gente que va a viajar a Marte, a lo mejor podrías ir cuando seas grande».

La de 13: «Sí, pero no vas a poder regresar a la Tierra …»

El de 8: «¡Mejor! ¡Perfecto!»

La de 13: Pero tú sabes que en Marte no hay internet … »

Y yo pensando: «Feliz, feliz no-cumpleaños…»

Día de las Madres

Mi hijo de ocho años me dio una carta de Feliz Día de las Madres ayer (en México es el 10 de Mayo) que dice:

Te quiero porque:

Eres la mejor.

Me ayudas con cosas.

Me cuidas.

Eres la mejor mamá.

Me enseñas cosas.

También me regaló una taza en la que imprimieron un dibujo suyo, y mi hija mayor, quien ya está en secundaria, me regaló un llavero hecho por ella. En el colegio no hubo celebración, pues hacen una sola en junio, familiar.

Así que ayer no hice nada más que estar en pijama todo el día, viendo Netflix (y preparando comida, etc, el «no hacer nada de las mamás» nunca es literal). Me relajé y compartí con mis hijos.

Hoy, todavía estoy con la sonrisa que apareció en mi cara ayer, después de leer que soy la mejor mamá. ¡Sí soy la mejor mamá! (En que parte del curriculum se pone eso?)

¡Que tengas un lindo día!

La totora

Cuando era niña, mis papás siempre me decían que no podía estar en frente de un espejo porque empezaba a hacer morisquetas. Qué se yo por qué lo hacía. Simplemente porque sí, como casi todo lo que uno hace cuando es chiquito. Eso de decir que era porque era «interesante o divertido» son etiquetas que uno aprende más grande… y que arruinan un poco la espontaneidad, pero continuemos.

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He estado en casa sin salir mucho pues mi hijo de tres años está un poco enfermito. Ayer, mientras yo leía Calvin and Hobbes, él empezó a imitar algunas de sus caras y me pareció lo máximo. Como ven, no soy nada objetiva con mi hijo. Todo lo que hace me parece lo máximo. A menos que esté en un ataque lloradera o de pataleta, o portándose mal.

Ayer me descubrió infraganti mientras llamaba por teléfono para pedir una cita con el doctor. Tenía en mis manos el folleto del seguro médico, en el cual hay una hermosísima foto de un niño sonriente en una cama, que está viendo cómo el doctor le pone una inyección que mide como medio metro. Cuando la vió, empezó a gritar, aterrorizado » ¡Totora noooo, totora noooo! ¡La totora me a mieeedo!» Y yo pensando, pero a quien se le ocurre poner semejante foto taaaaan real en la portada de un brochure. Rápidamente taché la inyección con el bolígrafo que tenía en la mano y traté estúpidamente de convencerlo de que había desaparecido.

No conseguí cita para ese día, así que le dije que «la doctora estaba cerrada». Maravilla, se le olvidó el asunto, o así creía yo.

En la noche, mientras rezábamos, le pido que diga algo por lo que quiera dar gracias y dice: «porque la totora está cerrada».

Fin

Por Michelle Lorena Hardy  –   Chicadelpanda.com

Que no me pongo el pañal y el calzoncillo tampoco

Es algo dicho hasta el cansancio que  no se debe quitar los pañales en momentos de grandes cambios, como la llegada de un hermanito, o cuando la familia se muda de casa. Procesado, bien, nadie más de acuerdo de yo. Ahora, ¿puede alguien por favor explicárselo a mi hijo?

Mi casa está un despelote porque hemos vendido casi todo para mudarnos de Chile a Panamá en unas cuantas semanas. Simultáneamente, una corredora de bienes raíces está enseñando la casa con bastante frecuencia. Éste es exactamente el tipo de momentos en que no se debe comenzar ningún entrenamiento para ir al baño. Pero ayer mi hijo decidió que «no, no, no, no» quería ponerse pañal. Suspiré, y le busqué un calzoncillo de pelotas de fútbol que le había regalado mi mamá. Le insistí en que hiciera pipí en la poceta pero no quiso, así que me puse a escribir el blog con un ojo en la pantalla y otro vigilándolo a él.

Sin embargo, mi vigilancia no fue suficiente, y justo después de que la corredora me llama a recordarme que en un rato viene para la casa, el chamín se hace encima. No problem, tengo tiempo de limpiar todo. Ahhh… pero el detalle está en que él quería volver a ponerse el mismo calzoncillo mojado de pelotas de fútbol, el cual era, obviamente, mucho más chévere que el blanco que yo le quería poner. «Bueno, entonces te pones el pañal…» ¡Riiiinnnggg …! Voy a contestar el intercomunicador, es el conserje que me dice que va subiendo la corredora con el cliente.

– Ok  ¡O el calzoncillo blanco, o el pañal!

– ¡No!

Tengo dos opciones, obligarlo, pero eso quiere decir batalla campal de gritos, alaridos, corredera por toda la casa, y apenas está subiendo por el ascensor la señora con el cliente… o lo dejo desnudo de la cintura para abajo…  y de repente tengo una visión de mi mamá tapándose la boca con las manos …  y me repito, pero qué me debería importar lo que piensa esta gente que ni me conoce, pero la cara de mi mamá con la mano tapándose la boca del horror es demasiado fuerte, así que se me ocurre…

– ¡Ven! – y le pongo una camisa que le queda larga, aunque no demasiado; justo para que no se vea que no tiene ni pañal ni calzoncillos.

¡Riiing!

Esta vez sí es el timbre de la casa, y S sale volado a abrir la puerta. Usualmente tengo una cadenita puesta para que aunque él logre abrirla un poquito, no la pueda abrir del todo. Pero ¿qué creen?, la cadenita no estaba puesta,  y veo que S se cuelga del picaporte (el cual le queda como diez centímetros más arriba de su cabeza) y por supuesto se le sube la camisa, mostrando toda la realidad de su falta de indumentaria… y yo llego tres micras de segundo después para tomar el picaporte y retirar su manito, pero ésta,  aparentemente, se había quedado adherida con pega. Mientras estoy en el forcejeo de soltar al chamo de la puerta y esconderlo al mismo tiempo, saludo al hombre que viene  a ver el apartamento desde atrás de la puerta. ¿Será que cargo a S? Pero no, se le va a ver el trasero.

Gracias a Dios, S sale disparado hacia adentro de la casa, y yo me quedo sonriéndole tontamente al hombre, quien, por alguna razón, no está con la corredora. Ufff… respiro hondamente, y luego de echarle una ojeada al blog ¿Qué era que estaba escribiendo?, decido volver a intentar  ponerle el pañal a S, quien, gracias a una intervención divina, había cambiado de opinión al respecto, y me dejó ponérselo sin guerra.

Esta foto se la tomé ayer mientras esperábamos a una persona en el colegio de mi hija mayor. Casi no se la tomo, por aquello de, por Dios Michelle, concéntrate, no puedes estar todo el día tomándole fotos, pero no pude resistirlo, se veía demasiado cómico, como si pensara «menos mal que en este colegio de niñitas hay algo interesante para leer «.

Por: Michelle Lorena Hardy –  Chicadelpanda.com