Una simple taza de café

«De verdad, algunas cosas son difíciles de hacer sin plástico;  hacer una taza de café no lo es».

Annie Leonard

Soy de las que se sale de su camino para pedir café en una taza de verdad, pero no siempre fue así. La primera vez que vi a alguien que tuviera esa costumbre fue en Caracas, en la pastelería Danubio. Me encontraba con una amiga, y ella tenía el empeño de que el café se sirviera en una taza. A mí me pareció muy interesante; tomar café debería ser como tomar té en Inglaterra, o en Japón, un momento importante en que detenemos el mundo para disfrutar (tomar el café en un vasito, con una tapa que no te deja ni olerlo, va en contra de ese propósito).

Ahora, si lo que quieres es llevarte el café para otro lado, puedes llevar tu propio vaso de acero inoxidable con tapa (lo cual tampoco es complicado); y si eres fan de Starbucks, y se te olvidó llevar tu vaso reusable, puedes pedir que te lo sirvan en un mug o taza grande (yo lo hice muchas veces y nunca tuve problemas).  Aquí en Panamá, mi sitio favorito para tomar café es Athanasiou: siempre me lo sirven rico, y por supuesto, en tazas de verdad.

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@chicadelpanda

Mi casi- viaje de navidad a Caracas

En los 90’s inauguraron en Caracas el Sambil Mall (o Centro Sambil), el más grande de Venezuela. No era el primer Mall, o Centro Comercial, pero sí era el primero que parecía un mall gringo, así que era toda una sensación en aquella época. Recuerdo que una amiga de mi mamá comentó en esos días lo siguiente: Es magnífico ese mall. Cada vez que tengo ganas de irme de viaje a Miami, me voy al Sambil y ¡Estoy en Miami!

Yo también me sentía así, y me imagino que no éramos las únicas. Traigo esto a colación porque anoche vinieron unos amigos venezolanos a comer hallacas a la casa. Hicimos lo que se hace en cualquier reunión venezolana en navidad:  ríes, bromeas, discutes seriamente sobre el gran tema de la noche «La hallaca» (que la de mi mamá era así, que en casa de mi abuela, que si se le añade pimentón, que si debe tener más masa o menos…) tomas alcohol, pones aguinaldos y gaitas, y te vuelves a reír y vuelves a comer…

Anoche, aquí en Santiago, Chile, también tuve un viaje fugaz a Caracas. Nuestros amigos venezolanos llegaron, y de repente, yo estaba en Caracas.  Ojalá aquellos de ustedes que viven afuera, al igual que yo, puedan hacer lo mismo.

Por Michelle Lorena Hardy  –  Chicadelpanda.com