Novela venezolana

México me regaló una pulserita!

Ayer estaba en una placita de Querétaro en la noche, cuando veo a una muchacha con un niño de unos cinco años, vendiendo unas pulseritas tejidas.


Pienso, ‘qué bien, hace rato q quería una de esas’ y le hago señales para que se acerque.
Mientras lo hace, veo q tiene una camisa q dice «Yo ❤️ Venezuela», y le digo q yo también venezolana.

Ella me sonríe, como con pena, y me dice «no soy venezolana, soy de aquí!»

«Entonces se agradece mucho que tengas esa playera q dice ‘amo Venezuela», le respondo sonriendo, a lo q ella se relaja.
Me empieza a mostrar las pulseritas, y le digo q quiero dos, pero q solo tengo efectivo para una. Se lo doy, y ella se persigna.

«Cuál es la otra q querías?» me pregunta, y le señalo una rosada y azul.
«Toma, quédatela», me dice, y yo «noooo, imagínate, gracias, pero no».
Ella insiste y yo termino recibiendo mi regalo, dándole la gracias y deseándole mucho éxito con sus ventas.


No es la primera q vez un@ mexican@ me regala algo. Cada vez q eso sucede, siento q el país entero me abraza y me quiere.
Muchas gracias México!

Las reglas de la vida de Olivia

Una de esas cosas que he amado de ser mamá ha sido tener la oportunidad de leerle a mis hijos cuentos cuando eran pequeños, en la cama, antes de acostarse.

Uno de mis libros preferidos de aquella época, cuando le leía a mi hija mayor, eran los libros de Olivia la cerdita. Eran tan básicos, pero tan atinados!

Todavía Olivia me habla de vez en cuando diciendo: «Rule of life # X» (regla de la vida # X). Eso me pasa cuando aprendo algo nuevo, usualmente, en cuestiones que tienen que ver con reglas sociales, o con cuestiones que otra gente no tiene que anotar, porque «son de sentido común».

Ser Asperger es un poco como ser Olivia. Se la pasa uno haciendo notas mentales o reales, de cosas que uno va aprendiendo por la vida, pero que otra gente no tiene que anotar porque «son de sentido común». Recientemente me he dado cuenta que lo mismo pasa con las personas que tienen TDAH : me paso haciendo notas mentales, o anotando «reglas de vida» que para otras personas son obvias.

Digamos un ejemplo: mis lentes. Soy miope, y sin ellos no puedo manejar, así que tengo como una de mis reglas principales, que debo ponerlos solo en dos sitios: mi cartera, o mi escritorio. Cualquier otro sitio, no lo proceso, no se graba en mi cerebro.

Pues he estado cumpliendo fielmente al pie de la letra dicha regla por los últimos cinco años. Pero llevo dos días sin encontrarlos, y he estado funcionando porque tengo unos viejos, pero que no sirven para manejar de noche.

Tengo tantas «reglas de la vida» que pudiera tener un libro, pero más me interesa conocer las tuyas, porque de verdad, las necesito.

Gracias por leerme!

Soy Asperger

Cuando era niña, de repente me daba «la cosa». Creo que la única que sabía de la existencia de «la cosa» era mi hermana Mariana, pues con nadie más me atrevía a expresarlo o actuarlo. «La cosa» era una descarga de energia que me hacía poner morisquetas (muecas o gestos extraños), hinchando la nariz, pelar los ojos como huevos fritos y poner una risa extremadamente forzada, pero lo que más recuerdo de «la cosa» era que hacía que cerrara los puños fuertemente y quisiera golpear a alguien, pero, para no hacerlo, empezaba a batir los brazos rápidamente, como si fuera a aplaudir con los puños cerrados (pero sin llegar a golpearme). Al mismo tiempo, empezaba a decir entre dientes, «me está dando la cooooooosaaaaa!!!!» y ella sabía que mejor se mantenía a distancia. Ella me miraba divertida, y ya.

No recuerdo que la «cosa» me diera por nada en específico, pero viendo una foto de cuando tenía unos nueve años y Mariana ocho, en la que estábamos muy arregladitas, sospecho de qué podía tratarse (esa foto es engañosa, pues jamás nos veíamos así; empezando porque yo nunca combinaba los colores de mi ropa, y cuando salía a jugar al jardín de nuestro edificio, me veía más como parte de los amigos del Chavo del 8). Por ejemplo, estoy con un suéter, mientras Mariana estaba con una franela, es decir, probablemente estaba pasando calor; ni qué decir de las medias blancas pulcras y estiradas, o el adorno del pelo, o el mechón del mismo pelo, el cual me estaba cayendo frente a la cara, y que nada más de verlos, ya me quiero rascar (tanto la cara como las piernas). Estoy segura de que estaba a pocos segundos de que me diera «la cosa», pero que yo me estaba portando muy bien, haciendo un gran esfuerzo, para que nos pudieran tomar las fotos. A simple vista todo se ve normal en la foto, pero mi risa forzada, mi torso encorvado y las manos en una posición totalmente antinatural, revelan que no lo estaba.

Ahora sé que «la cosa» era ansiedad, muy probablemente debido a sobreestimulación sensorial, táctil, auditiva, o de cualquier otro tipo, y que los movimientos de ·la cosa» eran estereotipias (o stimming en inglés), muy comunes en personas dentro del espectro autista. Claro que yo sabía que «la cosa» no era normal, por lo que la escondía, o la controlaba en público, (creo que ni siquiera mis papás sabían de su existencia).

Ya de adulta, debido a la Terapia Narrativa, he aprendido más vocabulario para nombrar lo que hacía: estaba externalizando el problema. Yo sabía que era algo que llegaba y luego se iba, algo externo a mí, y le puse nombre. Ahora también sé que, al negarle a «la cosa» que se exprese, en vez de irse, se queda dentro de mí, y genera más ansiedad. Por eso es que para mí es esencial hacer ejercicio a diario, así como no estar sin moverme mucho tiempo, pues así le doy salida. También hago mucho esfuerzo en evitar la sobreestimulación sensorial de todo tipo, pues así, «la cosa» no llega.

Hace poco, por fin me diagnosticaron como Asperger (es decir, dentro del espectro autismo, o autismo de alto funcionamiento, o tipo 1). Digo «por fin», porque ya lo sabía desde hace tiempo. Se siente como un alivio, como si ahora tuviera permiso de ser yo.

Mini catrinas y videojuegos

Un calorón aquí en Querétaro y el aire acondicionado de mi carro de repente deja de funcionar. Voy al mecánico y me dicen que es un problema del termostato. El aire acondicionado se había apagado porque se estaba recalentando el carro. Uuff, menos mal que lo llevé.

Al día siguiente tenía que hacer una diligencia en el centro histórico y me llevé a S conmigo (mi hijo menor). Nos subimos a un autobús, caminamos, tomamos fotos (ya están empezando a decorar para el Día de los Muertos), pedimos un deseo en una fuente y llegamos a una feria artesanal de muñequitas Lele (típicas del Pueblo Mágico de Amealco, en Querétaro). Las que estaban maquilladas y vestidas de Catrinas estaban geniales.

Como cada quien ve el mundo según los lentes que tenga puestos, S agarra la más chiquitica de las muñecas (como de unos tres centímetros de alto) y me dice “ves esta muñequita? Así es nuestro planeta. Ves esa grandota?” y señala una muñeca de unos 50 cms de alto. “Así es nuestra galaxia”.

La diligencia era entregar un videojuego, el cual mis hijos están vendiendo para comprarse otros videojuegos. Esta mamá consentidora les alcahueta el vicio, jaja, pero por lo menos lo pagan ellos, y así tengo la excusa de tener un sábado un diferente. A ver a donde nos lleva la entrega del próximo videojuego.

R crece

«Ella también pasó por un divorcio arrec…» es decir, muy duro, fue lo que pensé cuando una de mis amigas me escribió, diciendo que había amado el post de ayer. Aprecio mucho cada «me gusta» y cada comentario, aunque debo admitir que los de mis amigas y conocidas divorciadas me pegaron en el corazón, de muy buena manera. Fue como recibir un «yo te entiendo» colectivo, y recordar las experiencias y trayectorias de cada una.

Por razones de privacidad, cuando publiqué mi primer libro, SIETE MALETAS, no publiqué ninguna foto de mis hijos. Pero como ya están más grandes, quisiera compartir algunas. En SIETE MALETAS menciono mucho a R, mi hija mayor, debido a su edad en aquel momento.

En orden de izquierda a derecha, cada foto fue tomada en cada uno de las ciudades en que vivimos: Miami, Milán, Guadalajara, Santiago, Ciudad de Panamá, Caracas y Querétaro. La última fue tomada hace un par de meses, R va a cumplir 15 años pronto.

En el próximo post voy a poner algunas fotos de S, mi hijo menor, pues en OTRA MALETA (que será publicado este mes de octubre en Amazon Kindle) lo menciono mucho (también, debido a su edad).

¡Que te tengas un excelente día!

Aquí tienes tu casa

Querétaro, 2019

“Necesito que me ayuden a tomarme una foto para el libro,” les digo a mis hijos. Nos fuimos al “bosque” del condominio (así le dicen los vecinitos al jardín con árboles que hay al fondo del estacionamiento) pues quería aprovechar la luz natural. Intentamos en varios sitios y finalmente salió una buena foto.

Ya han pasado dos años desde que me separé, tres años desde que llegamos a Querétaro, y un año desde que nos mudamos al condominio Orquídea (anillo al dedo el nombre, no? La Orquídea es la flor nacional de Venezuela). Ya ha pasado un año desde que adoptamos a la gatita Safi y un par de meses desde que obtuve la ciudadanía mexicana.

Ya me falta poco para publicar mi segundo libro, OTRA MALETA, Empezando de Nuevo, en el que los temas centrales son nuestro regreso temporal a Caracas, después de haber vivido doce años en el exterior, y mi separación en Querétaro, después de quince años de matrimonio.

Debido a eso, he estado actualizando mi información en las redes sociales, así como la imagen de mi blog. La que ven ahora es un cuadro que compré en la glorieta de Chapalita en Guadalajara, cuando viví allí hace más de diez años. El artista estaba vendiendo sus obras, y quedé fascinada con Manos en Acción.

Manos en Acción de Adrián Rosas Torres

En casa tengo otra obra de él, Habitantes de la Gran Ciudad. Ambos cuadros representan mi hogar, porque me considero oficialmente en casa en el sitio en donde los pueda colgar. Me he mudado ya varias veces solo con maletas, pero siempre he transportado de una manera u otra, mis dos cuadros.

Habitantes de la Gran Ciudad de Adrián Rosas Torres

He mantenido conmigo estas obras de arte también por otra razón. En las fotos que tengo de cuando vivíamos en Guadalajara, por ejemplo, R estaba muy pequeña y S ni había nacido; en Chile y Panamá, S estaba bebé. Es decir, a menos que vieran algo familiar, no sabrían identificar su casa en una foto de aquellos años. La idea es que cada vez que vean esos cuadros en una foto, sepan que ésa fue alguna vez su casa.

Poner Manos en Acción a recibirte cada vez que abras este blog, es para darte la bienvenida a tu casa, como dicen los mexicanos. Esta es tu casa y estás bienvenido! Espero verte mucho por aquí, y que me des tus opiniones y comentarios, para así enriquecernos mutuamente en palabras.

Bienvenido!

Arriesgar o no arriesgar?

Anoche vi un acto vandálico. Estaba camino a casa, en carro, por una vía oscura, cuando me percaté de dos figuras humanas que estaban haciendo algo sospechoso. Tenían linternas y se agachaban…

What the…?!

Cuando entendí qué era lo que hacían, no supe cómo reaccionar. Qué habrías hecho en mi lugar? Porque te advierto, es altamente probable que ese acto haya sido ilegal.

Esa gente… no sé cómo decirlo. A ver… esa gente estaba… estaba…

plantando un árbol!!

Hoy, mientras andaba en bicicleta, me entró un ataque de risa ante lo absurdo de la escena de anoche: personas escondiéndose para hacer un acto de bondad.

Sin embargo, varias imágenes se cruzaron frente a mí en un pestañear. No me gustaron nada, y de repente ya no me pareció la escena tan absurda.

Recordé a la señora que rescató a los náufragos africanos y la mandaron a la cárcel;

y a las monjas que apresaron por protestar contra los campos de concentración de inmigrantes;

y a los jóvenes que hacían protesta pacífica por el calentamiento global, y les echaron spray pimienta;

y al muchacho al que le sacaron los ojos con perdigones, por protestar por la falta de gas natural.

A lo mejor tenían razón de plantar ese arbolito de noche.

O a lo mejor no.

Arriesgar o no arriesgar por lo que crees?

Y qué pasaría si nadie arriesgara nada?

The invisible job

My job as a mom of a nine-year-old boy and a fourteen-year-old teenager in a small city if Mexico, involves the following, daily:

– 1 1/2 hrs after waking up, preparing breakfast and a snack for school.

– 20 minutes in each meal washing dishes, pots, etc, equal to 1 hr.

– 1/2 hr doing laundry (washing, hanging to dry, folding and putting away clothes and other items).

– 1 1/2 hrs driving my kids to and from school.

– 1 hr of miscellaneous activities, such as taking the kids to the doctor, dentist, orthodontist, barber, parties, invitations, school activities, buying groceries, supplies for school, etc.

– 1/2 hr preparing lunch, and another half hour preparing dinner, equal to 1 hr.

– 1/2 hr «taking them to bed» (making them take a shower, brush their teeth, turn off electronics, etc).

Total of hours of daily invisible work: 7 hrs

As you can see, I still haven’t added anything related to cleaning up the house, or the car, but it usually takes me 3 hrs cleaning up our apartment, and an hour to wash my car, weekly.

Weekly hours of invisible job: 39 hrs.

Well, I just wanted to put this in the open. Being a stay-at-home mom is a job, an unpaid and invisible one, but a job, nonetheless (most of all when you don’t have absolutely any help, paid or unpaid).

Oh! I almost forget. I also work on weekends, taking care of the kids and making meals, except, sometimes, when I have two whole free weekend-days every two weeks. Which makes another 4 1/2 hours on each Saturday and Sunday, but since I have a weekend off every two weeks, the total amount of weekly invisible job as a mom is actually 43 1/2 hrs.

Why the need to clarify this issue all of a sudden? Because yesterday, the insurance agent told me that since I did not have any income, they might turn down my request to get insured (even if I intend to pay a whole year at once; she says I might need somebody else, who has an income, to explain where that money came from, and I explained my situation, that the alimony is still not oficial because the court is taking longer than expected, that I can’t «work» because of my immigrant status doesn’t allow me to, etc) and she said that it didn’t matter, and that insurance companies could be that strict. That it was not her fault.

«How do all stay-at-home moms who are divorced get insured, then?» I asked. «Oh», she said, like if I was asking an obvious question. «They don’t get insured. It’s too expensive» (she is divorced, and is not insured, for example; she’s a working – grandmother, that has been working in the field for forty years).

Interesting.